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David Ferrer

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Davi Ferrer

El currante del tenis que pensó dejarlo

Alicante, .- El currante del tenis que pensó dejarlo

David Ferrer se metió entre los diez primeros del mundo en septiembre de este año gracias al US Open, pero en 2002 ya había ganado su primer torneo, en Bucarest. Tapado por Nadal y cía, ahora ha tomado por fin protagonismo.

David Ferrer (Jávea, Alicante, 2-4-1982) es pura electricidad en la pista y suavidad, humildad y gran corazón fuera de ellas. Se le puede definir como un currante de la raqueta. Tanto, que una vez llegó a definirse como "el peor jugador del mundo entre los 100 primeros del mundo". Una frase de la que, visto lo visto en Shanghai, seguro que se ha arrepentido.

Animado por su hermano mayor Javier, que triunfaba en los circuitos juveniles, se acercó al tenis. Se fue muy joven a la Escuela de la Federación Catalana, en Barcelona, también pasó por la academia de Lluis Bruguera en Santa Coloma de Cervelló e incluso probó en la Academia Equelite, de Juan Carlos Ferrero y Antonio Martínez Cascales. Pero llevaba mal lo de estar fuera de casa. Tanto, que con 16 años y en una racha muy mala de resultados pensó en tirar la toalla.
"Sí, con esa edad todo el mundo tiene dudas porque no sabes hacia dónde tirar. Gracias a Dios elegí el tenis, vivo de ello y disfruto con ello", recuerda ahora.

Al principio, parecía un típico jugador de tierra con mucho despliegue pero poco margen de mejora. De hecho, disputó más de un centenar de torneos de tierra antes de probar la pista dura. "Es lo que se llevaba en España, era más fácil", rememora.

En 2002 ganó su primer torneo, en Bucarest. Y en 2003 comenzó a creer más en sus posibilidades tras derrotar a Andre Agassi en Roma. Pero su cabeza le jugaba malas pasadas, se iba mucho de los partidos. En 2005, el grupo de capitanes de Copa Davis se fijó en él y le llevó a Torre del Greco, a la eliminatoria contra Italia. No debutó pero hizo mucho grupo. Sin quejarse, siempre con buena cara.

Emilio Sánchez Vicario, ante la baja de Rafa Nadal en Bielorrusia, le volvió a llamar y pasó a ser el número uno del equipo, una experiencia malísima porque perdió ante Voltchkov en su estreno.

Pero él, que sueña con Roland Garros, no se vino nunca abajo. Él es Ferru, es de hierro, y se apoya en los numerosos amuletos que cuelgan de su cuello ("son cosas que me regala la familia, a las que tengo cariño") para seguir escalando.

Fuera del tenis, se declara "muy futbolero" y le tiran los colores del Valencia. Le encanta estar con los suyos en Jávea y le encantaría también que Rubén Merchán, un ex tenista de su generación que padece un cáncer linfático para el que necesita un transplante de médula, salga adelante. Por eso intenta echarle una mano.

Jesús Mínguez /as.com


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